Querido escritor novel…

Escribe

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Si alguien me preguntase porqué escribo no sabría decantarme por una respuesta. Podría decir que es hereditario, o un «hobby» fabuloso que descubrí de repente, quizás una pasión incombustible o un sueño que me persigue desde la infancia. Escribo porque necesito explicar algo, o presenciar las vidas de los personajes que creo, como si proyectase una película, sin cámaras, ni actores.

Pero… ¿por qué escribir? Creo que existen tantos motivos para empezar como estilos literarios, y tantas voces, como folios quedan por llenar. Quizás uno escribe porque no tiene más remedio, porque su cabeza rebosa de historias que finalmente brotan en un manantial de frases y párrafos, evitando la locura de la saturación mental. Visto así, el escritor intenta vaciarse, comprenderse y expresarse, combinando frases como buenamente puede. En ocasiones, vuelve a ser un niño que juega con sus personajes como si fueran marionetas, a veces es un dios que impone destinos a sus creaciones o se convierte en un bufón que parodia la realidad, mostrándonos lo ridículas que son nuestras incongruencias, cuando no, oculta lo escrito porque sencillamente escribe para abocar sus frustraciones y reorganizar su mundo.

¿Pero escribir sirve para algo? Solo el escritor puede decidirlo. Hay autores que no escriben para nadie, y otros que sueñan con llegar a las multitudes, los hay que escriben en nombre de otro, los que buscan el lauro y el reconocimiento ajeno para insuflar su ego, los que sienten vergüenza de que los descubran y escriben en la sombra, los que escriben porque para ellos es tan necesario como respirar. Dedicarse a esto también tiene mucho que ver con la fe. No con la fe religiosa, sino con la fe del que siembra algo sin saber si lo que ha plantado será o no digerible o si sabrá controlarlo o concluirlo como merece. Escribir es perseverar, trabajar duro, y apasionarse.

De modo que, si lo que te ha traído hasta mi blog es tu incipiente pasión por las letras, debo advertirte que el bichito de la escritura te pica cuando menos te lo esperas, y te inocula un veneno sin antídoto que te transforma en un observador incansable, solitario y reflexivo.

Mi consejo es que escribas, a pesar de la marea o las malas críticas, no hay mayor satisfacción que ser fiel a uno mismo. Intenta mejorar siempre, incluso cuando te feliciten, usando un estilo propio que te identifique y con el que te sientas cómodo.

Si quieres ponerte a ello por primera vez y no sabes muy bien por dónde empezar, podrías:

  • Aportar algo que no se haya dicho.
  • Explicar lo redicho desde otro punto de vista.
  • Versionar tu historia favorita (sin plagiar).
  • Ahondar en el sentimiento de la situación más cotidiana.
  • O, simplemente, coger el bolígrafo y dejar que las palabras fluyan y decidan su propio camino.

En definitiva: Crea. Aunque todavía no haya lectores (si os deseas), incluso cuando estés asustado y todo lo que redactes te parezcan estupideces. No te frustres si el primer borrador parece un amasijo de palabras recogidas de un vertedero, incluso el mejor arquitecto y el pintor más reputado precisan un primer boceto para concebir una gran obra. Así que, despreocúpate, escucha a las musas, teclea deprisa lo que te dictan, y luego púlelo. Después, poda las palabras y las frases que sobren y haz injertos con los párrafos, hasta obtener ese jardín que contemples la mar de satisfecho. Y, ante todo, diviértete. Si escribir te resulta frustrante, te aconsejo que elijas otro arte con el que expresarte porque éste requiere gran dedicación y esfuerzo, y si te entregas a él a medias, solo saldrán de ti palabras vacías.

Por tanto, empieza hoy mismo, no esperes a estar preparado, no existe método ni manual infalible para dedicarse a ello, solo te perfeccionarás a patinazos, así pues, escribe sin freno. ¡Ánimo y al turrón!